Temas a tratar:
1- FINALIDAD DE LA VIDA
2- CADENAS PLANETARIAS
(Temas del libro. “Un Libro de Texto de Teosofía”, de
Leadbeater)
FINALIDAD DE LA VIDA
Para cumplir nuestro deber en el plan divino,
no sólo hemos de esforzarnos en comprenderlo en conjunto sino también la parte
esencial que en él ha de desempeñar el hombre. La efusión divina (o ‘corriente de vida’) llega en el reino mineral a su más
honda inmersión en la materia, pero no alcanza su ultérrimo punto de diferenciación
en el ínfimo nivel de la materia, sino al entrar en el reino humano, en el arco
ascendente de la evolución. Así es que hemos de considerar tres etapas en el
curso de esta evolución:
- El arco descendente, en que propende continuamente a la diferenciación y hacia cada vez más densa materialidad. En esta etapa, el Espíritu va involucionándose en la materia para aprender a recibir impresiones por medio de ella.
- La primera parte del arco ascendente en que aumenta la tendencia hacia la diferenciación, pero al propio tiempo hacia la espiritualización y salida de la materia. En esta etapa, el Espíritu aprende a dominar la materia y a considerarla expresión de sí mismo.
- La última parte del arco ascendente, en que ya cumplida la diferenciación, la tendencia es hacia la unidad y una mayor espiritualidad.
En esta etapa el Espíritu sabe ya recibir
impresiones de la materia y manifestarse por medio de ella, ha despertado sus
potencias latentes y aprende a emplearlas con acierto en servicio de la
Deidad. El objeto de esta evolución es producir un “Ego” (‘alma
autoconsciente’) como manifestación de la mónada, para entonces evolucionar
revistiéndose de sucesivas personalidades. Quienes así no lo comprenden,
consideran la personalidad como el verdadero ser del hombre y en consecuencia
sólo viven para la personalidad, ajustando su conducta a lo que les parece su
beneficio temporal. Pero quien lo comprende echa de ver que lo único importante
es la vida del Ego para cuyo progreso ha de valerse de su temporánea
personalidad; y por lo tanto, cuando ha de decidirse entre dos posibles normas
de conducta, no se pregunta como el hombre vulgar: “¿Qué me allegará mayor
placer y provecho como personalidad?” sino “¿qué me hará progresar mayormente
como ego?".
La experiencia no tarda en enseñarle que nada
puede serle beneficioso ni beneficiar a nadie que al propio tiempo no beneficie
a todo el linaje humano y así aprende muy luego a olvidarse de sí mismo y
desear tan sólo lo que mejor pueda servir a la humanidad.
Evidentemente, en esta etapa de evolución,
todo cuanto propenda a la unidad y a la espiritualidad estará de acuerdo con el
plan de Dios respecto del hombre y nos será por lo tanto beneficioso, mientras
que nos será perjudicial todo cuanto tienda a la separación y a la
materialidad. Hay pensamientos y emociones que propenden a la unidad, como el
amor, la simpatía, el respeto y la benevolencia y hay otros que propenden a la
discordia, como el odio, la antipatía, la envidia, los celos, el orgullo, la crueldad
y el temor. Desde luego que el primer grupo nos favorece y el segundo nos
perjudica. En todos los pensamientos y emociones de índole siniestra
reconocemos la predominante nota del egoísmo personal, mientras que en los de
índole armónica vemos que el pensamiento se dirige hacia el prójimo con olvido
de la propia personalidad. En consecuencia advertimos que en el egoísmo se
resumen todos los vicios y el perfecto altruismo es la corona de toda virtud.
De aquí se infiere por norma de conducta que
quien desee cooperar inteligentemente con la Divina Voluntad debe desechar todo
pensamiento de placer o beneficio personal y entregarse exclusivamente a
cumplir la Voluntad de Dios trabajando en bien del prójimo. Muy alto ideal es
éste y de difícil logro, porque de larguísimo tiempo atrás estamos sujetos al
egoísmo. La mayoría de las gentes se hallan aún muy lejos de la actitud
altruista y no pueden esforzarse en conseguirla por falta de la necesaria
intensidad en las buenas cualidades y abundancia de las siniestras. Aquí entra
en actuación la capital ley de causa y efecto a que ya nos hemos referido. Así
como en el mundo físico recurrimos confiadamente a las leyes de la naturaleza,
así también podemos recurrir a las mismas leyes en el mundo superior. Si en nuestro
interior encontramos malas cualidades es porque han ido creciendo a favor de
la ignorancia y la condescendencia; pero una vez disipada la ignorancia por el
conocimiento y reconocida la mala cualidad, dispondremos evidentemente del
método para librarnos de ella. Cada vicio tiene su virtud contraria y si algún
vicio levanta cabeza en nuestro pecho, determinémonos deliberadamente a
cultivar la virtud contraria. Si uno echa de ver que hasta entonces fue
egoísta, que contrajo el hábito de pensar ante todo en sus placeres y
conveniencias personales sin tener en cuenta el efecto que su conducta había de
producir en los demás, ha de acostumbrarse a complacer al prójimo aun a costa
de sus propias privaciones y molestias, hasta que, arraigada en hábito la costumbre,
se desvanezca su contraria.
Si uno reconoce que hasta entonces ha sido
malicioso, con tendencia de atribuir a siniestros móviles las acciones del
prójimo, acostúmbrese a pensar bien de todo el mundo y a suponer nobles motivos
en la ajena conducta. Se dirá que al obrar así se expone a que le engañen y
abusen de su confianza. Pero esto no importa gran cosa, pues más vale que
alguna vez le engañen, que engañarse al pensar mal del prójimo. Además, la
confianza engendra la fidelidad. Generalmente, el hombre en quien se confía,
se muestra digno de la confianza, mientras aquel de quien se sospecha o recela
propende a justificar la sospecha.
Quien
se vea inclinado a la avaricia ha de cultivar la generosidad; si a la ira, la
paciencia; si a la curiosidad, esfuércese en refrenarla; si es propenso a la
melancolía, alegre su ánimo aun en las más adversas circunstancias. En todo
caso, una mala cualidad personal presupone la carencia de la cualidad contraria
en el Ego. El medio más expedito de extirpar la mala cualidad e impedir que rebrote
es llenar el vacío del Ego y ‘la buena cualidad’ así vigorizada formará parte
integrante del carácter del Ego en futuras vidas.
Un Ego no puede ser
malo, aunque puede ser imperfecto. Las cualidades que adquiera han de ser necesariamente buenas y
cuando ya están bien definidas se muestran en cada una de sus sucesivas
personalidades. En consecuencia, estas ‘personalidades’ no tienen los vicios
contrarios a aquellas virtudes; pero cuando en el Ego falta una buena cualidad,
no hay nada en la personalidad capaz de contrarrestar el crecimiento del vicio
opuesto; y como ya otros de su vecindad adolecen del mismo vicio y el hombre
tiende al remedo, es muy probable que también se manifieste rápidamente en él.
Sin embargo, aquel vicio es propio de ‘los vehículos’ y no del Ego y su
reiteración puede ocasionar un impulso muy difícil de dominar; pero si el Ego
se resuelve a establecer en sí la opuesta virtud, quedará desarraigado el vicio
sin temor de rebrote ni en esta ni en las futuras vidas.
Quien se esfuerce en establecer en sí buenas
cualidades tropezará con algunos obstáculos que ha de aprender a desbaratar.
Uno de ellos es el temperamento criticón de las gentes que a todo ponen reparos
y todo lo empequeñecen y señalan defectos en cosas y personas. Para progresar
se necesita todo lo contrario y quien desee adelantar rápidamente por el
sendero de evolución ha de acostumbrarse a ver el bien en todas las cosas y
descubrir la divinidad latente en cosas y personas. Únicamente así le será
posible auxiliar al prójimo y obtener el mejor provecho posible de las cosas.
Otro obstáculo es la falta de perseverancia.
Propendemos en estos tiempos a la
impaciencia. Si proyectamos un plan queremos lograr al punto beneficiosos
resultados y si no los logramos, desechamos enseguida aquel plan y trazamos
otro. No es tal medio el mejor para progresar en ocultismo. El esfuerzo que
estamos haciendo consiste en concentrar en una o dos vidas la evolución que en
natural transcurso necesitaría tal vez cien vidas y precisamente no es empresa
que haya de producir inmediatos resultados. Intentamos extirpar un vicio y
vemos que es muy difícil ¿por qué? Porque hemos estado cediendo al vicio
durante quizás veinte mil años, y no es posible desarraigar en un par de días
un hábito de veinte mil años de arraigo. Permitimos que el vicioso hábito
adquiriera enorme impulso, que es indispensable vencer antes de aplicar la
energía en opuesta dirección. No es posible vencerlo en un momento; pero cabe
la absoluta seguridad de que si perseveramos, eventualmente lo venceremos,
porque por violento que sea el impulso es una cantidad finita, mientras que la
fuerza que le oponemos es el infinito poder de la voluntad humana, capaz de
renovar su esfuerzo día tras día, año tras año y si necesario fuese vida tras
vida.
Otra grave dificultad
en nuestro camino es
la falta de discernimiento. Las
gentes de Occidente no aciertan a ver claro en asuntos de religión. Todo es
vago y nebuloso y ni la vaguedad ni la nebulosidad sirven para adelantar en
ocultismo. Claros han de ser nuestros conceptos y definidas nuestras imágenes
mentales. Otras cualidades necesarias son la serenidad y el júbilo, muy raras
en la vida moderna, pero indispensables en la obra de que tratamos.
El procedimiento para la formación del carácter
es tan científico como el que se sigue para robustecer los músculos. Muchos que
tienen los músculos débiles y flácidos se figuran que tal es su natural
condición y la consideran como una especie de sino a que están sujetos; pero
todo el que entienda algún tanto de la constitución del cuerpo humano, sabe
que por medio del continuado ejercicio se vigorizarán aquellos músculos y se
normalizará todo el organismo. De exactamente la misma manera, muchos hombres
reconocen que tienen mal genio o que los domina algún vicio y cuando a
consecuencia de ello cometen un craso error o infieren un grave daño, se
excusan diciendo que tienen un temperamento impulsivo o que son tal o cual por
naturaleza sin poderlo remediar. Pero también en este caso, como en el de los
músculos, está el remedio en su mano. El metódico y apropiado ejercicio físico
vigorizará los músculos y el asimismo apropiado
y metódico ejercicio mental fortalecerá una débil cualidad del carácter.
El hombre vulgar no se percata de que así puede hacerlo y aunque se percate de
que pueda, no se decide, porque requiere mucho esfuerzo y mortificación. No ve
motivo para emprender una tarea tan difícil y penosa. Sin embargo, el motivo lo
proporciona el conocimiento de la verdad.
Quien bien comprende la marcha de la
evolución no solamente se interesa sino que se complace y tiene por privilegio
cooperar con ella. Quien desea el fin, también desea los medios y para ser
capaz de hacer buena obra en beneficio del mundo ha de actualizar en su
interior la conveniente energía y las necesarias cualidades por lo tanto,
quien aspire a reformar el mundo ha de empezar por reformarse a sí mismo. Ha
de abandonar la actitud de insistir sobre sus derechos y entregarse al
ardoroso cumplimiento de los deberes. Ha de considerar cada punto de relación
con el prójimo como una oportunidad para auxiliarle o favorecerle. Quien
estudia inteligentemente estos asuntos no puede menos de reconocer la tremenda
fuerza del pensamiento y la necesidad de eficazmente regularla. Toda acción
deriva de un pensamiento, porque aun las que como suele decirse se hacen sin
pensar, son el resultado de los pensamientos, deseos y emociones que el hombre
alimentó copiosamente durante largo tiempo antes de que lo impulsaran a la
acción. Por lo tanto, el hombre prudente vigila con mucho cuidado su
pensamiento, porque le sirve de poderoso instrumento de cuyo uso es
responsable. Tiene el deber de gobernar su pensamiento para que no se le
alborote en perjuicio propio y del prójimo. También es su deber acrecentar el
poder de su pensamiento porque le servirá para realizar efectivamente mucho
bien. Mediante el gobierno de su pensamiento y de su acción, eliminando todo
mal y fomentando las buenas cualidades, podrá el hombre elevarse sobre el nivel
de sus semejantes y sobresalir entre ellos por su actuación en favor del bien y
en contra del mal, de la evolución en contra del estancamiento.
Los miembros de la excelsa Jerarquía en cuyas
manos está la evolución del mundo desean encontrar hombres así para enseñarles
a trabajar en ‘la magna empresa’. Dichos hombres atraen inevitablemente la
atención de los Maestros quienes los utilizan como instrumentos de su labor.
Si dan pruebas de ser buenos y eficaces instrumentos, le proporcionarán
concretas enseñanzas a título de aprendices, para que ayudándoles en la obra
mundial que han de hacer, puedan algún día ser lo que Ellos son e ingresar en
la potente Fraternidad a que pertenecen. Mas para tan grande honra como ésta
no basta la ordinaria bondad. Por supuesto que ante todo ha de ser bueno el
hombre, pues de lo contrario no se le podrían utilizar; pero además de bueno ha
de ser fuerte y sabio. Lo necesario no es tan sólo un hombre bueno, sino una
vigorosa potencia espiritual. No sólo ha de haber desechado el candidato toda
ordinaria flaqueza, sino que debe haber adquirido robustas cualidades antes de
ofrecerse a los Maestros con esperanza de aceptación. Ya no ha de seguir
viviendo como desatinada y egoísta personalidad sino como inteligente Ego
(Alma) que comprende la parte que ha de desempeñar en el vasto plan del
universo. Ha de haberse olvidado enteramente de sí mismo; con abandono de todo
pensamiento de mero provecho o placer mundanos. Ha de resolverse a sacrificarlo
todo y principalmente su persona en favor de la Obra que ha de llevar a cabo. Puede vivir en el
mundo, pero no según el mundo ni ser del mundo, ni ha de importarle un ardite
la opinión de las gentes. A fin de auxiliar a los hombres ha de hacerse algo
más que hombre. Ha de vivir radiante, jubilosa y enérgicamente por el bien de
los demás y ser en el mundo expresión del amor de Dios. Es un elevado ideal,
aunque no mucho; pero posible porque hombres son quienes lo han de realizar.
Cuando un hombre actualiza sus potencias
latentes hasta el punto de llamar la atención de los Maestros de Sabiduría, es
fácil que uno de Ellos lo reciba en calidad de aprendiz a prueba. El período de
prueba suele durar siete años, pero puede acortarse o prolongarse a discreción
del Maestro. Terminado el período de prueba, si ha sido satisfactoria su labor
asciende a la categoría de discípulo aceptado y entonces se coloca en más
íntima relación con su Maestro, cuyas vibraciones influyen constantemente en él
de modo que poco a poco aprende a considerarlo todo como lo considera su
Maestro. Después de otro período, si ha dado muestras innegables de
merecimiento, puede intimar todavía más la relación y ascender al grado de ‘hijo
del Maestro’. Sin embargo, estos tres grados o etapas sólo indican su relación
con el Maestro, no con toda la
Frater nidad, que únicamente admite en su seno a quien está
preparado para recibir la primera gran iniciación.
El ingreso en la magna Fraternidad de Quienes
gobiernan el mundo, puede considerarse, como el tercero de los puntos críticos
de la evolución del hombre. El primero es cuando pasa al reino humano, cuando
se individualiza desde el reino animal y obtiene cuerpo causal. El segundo es el que los cristianos llaman "conversión",
los hinduistas "adquisición del discernimiento" y los budistas
"la apertura de las puertas de la mente". En este punto se da cuenta
el hombre de los capitales fenómenos de la vida y se aparta de fines egoístas
para unirse de grado a la corriente de evolución en obediencia a la voluntad
divina. El tercer punto es el más importante de todos, porque la Iniciación que
admite al hombre en las filas de la Fraternidad, le asegura también contra todo
riesgo de fracaso en el cumplimiento del Divino Propósito en el tiempo para
ello señalado. De aquí que a quienes llegan a este punto se les llame en la
religión cristiana los "elegidos" o los "salvados" y en la
budista "el que ha entrado en la corriente". Alcanzado este punto tiene
el hombre la absoluta seguridad de llegar con tiempo y esfuerzo al todavía más
alto del adeptado o etapa de superhumana evolución. Llega a ser Adepto (5° Iniciación del alma) quien ha cumplido la Divina Voluntad
en cuanto atañe a nuestra cadena planetaria, porque el adeptado es la etapa en
que el hombre ha de alcanzar ya la meta final en el promedio del ciclo de
evolución. Así es que durante el tiempo restante del ciclo queda en libertad
para auxiliar a los hombres sus hermanos o dedicarse a todavía más grandiosa
obra relacionada con otra evolución superior.
Quien no está iniciado corre el riesgo de
rezagarse en el presente ciclo de evolución y quedar en espera del siguiente.
Tal es la "condenación eónica" de que habló Cristo y se ha
interpretado erróneamente por "eterna condenación". De esta
condenación eónica, es decir, del
fracaso en el actual ciclo de evolución u ‘oleada de vida’, se
"salva" quien recibe la iniciación y ha "entrado en la
corriente" que debe conducirle al adeptado durante el actual ciclo de
evolución, aunque con sus acciones todavía puede apresurar o retardar su marcha
por el sendero qué está hollando.
La primera iniciación puede compararse a la
matrícula de ingreso del estudiante en la universidad y el adeptado equivale
relativamente al título de doctor que se recibe al fin de la carrera, durante
la cual sufre tres exámenes intermedios que continuando el símil son la
segunda, tercera y cuarta iniciación, pues el adeptado es la quinta. Nos dará
una idea general del curso de esta superior evolución el estudio de lo que las
Escrituras budistas llaman "trabas" o sean los vicios y malas cualidades
de que ha de ir librándose el hombre a medida que adelanta en el sendero.
.
Dichas trabas son:
- La ilusión de separatividad.
- Duda.
- Superstición.
- Apego a los placeres.
- Posibilidad de odiar.
- Deseo de vida en este o en otros mundos.
- Orgullo.
- Iracundia.
- Ignorancia.
A quien
alcanza el nivel del adeptado ya no le queda ninguna ulterior posibilidad de
perfeccionamiento moral, por la que en adelante la evolución significa para él
más amplio conocimiento y más admirables poderes espirituales.
CADENAS PLANETARIAS
El plan de evolución a que nuestra Tierra
pertenece, no es el único de nuestro sistema solar, pues en este sistema
existen diez separadas cadenas de globos (o mejor dicho, “Esquemas evolutivos
planetarios”) como escenarios de análogas evoluciones. Cada uno de estos ‘planes
de evolución’ se desenvuelve en una cadena de globos y cada cadena pasa por
siete encarnaciones en el transcurso de su evolución. El objeto de estas
sucesivas encarnaciones de la cadena de globos de cada plan evolutivo es irse
sumiendo gradualmente en la materia para también por grados ir ascendiendo de
ella.
Los siguientes
gráficos (que no pertenecen a este libro) pueden ayudar a la comprensión:
Cada cadena consta de siete globos y tanto
globos como cadenas están sujetos a la regla de descender a la materia y
después ir saliendo de ella.
El siguiente gráfico muestra las 7 Cadenas, cada una con sus 7 globos de manifestación progresiva.
Para mejor comprender este proceso pongamos
por ejemplo la cadena a que pertenece nuestra Tierra. Actualmente se halla en
su cuarta encarnación, la más material; y por lo tanto, tres de sus globos se
hallan en el mundo físico, dos en el astral y dos en la parte inferior del
mental. La oleada de vida divina pasa
sucesivamente de globo a globo de esta cadena, principiando por uno de los
superiores, descendiendo gradualmente a los inferiores y ascendiendo después
hasta el mismo nivel en donde principió. Designaremos convencionalmente los
siete globos por las primeras letras del alfabeto (es decir: Globo ‘A’, Globo ‘B’, ‘C’, ‘E’, ‘F’ y ‘G’) y numeraremos ordinalmente las
encarnaciones. Por lo tanto, como quiera que la encarnación actual de nuestra
cadena es la cuarta, el primer globo de la cadena (Globo ‘A’) en la presente encarnación (la
4°) será 4-A, el segundo
4-B, el tercero 4-C, el cuarto (nuestra Tierra) 4-D, el quinto 4-E, el sexto 4-F
y el séptimo 4-G.
No todos estos globos están constituidos por
materia física. El 4-A no contiene materia inferior a la mental y tiene su
contraparte en todos los mundos superiores al suyo, pero ni un átomo de
materia inferior. El 4-B es de materia astral. El 4-C es de materia física
visible telescópicamente, porque es el planeta Marte. El globo 4-D es nuestra
Tierra, donde está hoy en acción la oleada de vida. El globo 4-E es el planeta
Mercurio, también de materia física. El globo 4-F es de materia astral,
correlacionado en el arco ascendente
con el globo astral 4-B del arco
descendente. El globo 4-G es de materia mental, correlacionado en el arco ascendente con el globo 4-A también
de materia mental en el arco descendente.
Así resulta un sistema de globos (o una serie de 7 globos) que empieza en el mundo mental, desciende al
astral y al físico y asciende al mental a través del astral. Así como la
sucesión de los globos en una cadena constituye el descenso a la materia y la
ascensión desde ella, así también ocurre en las sucesivas encarnaciones (manifestaciones) de una cadena (encarnaciones del
Logos en cada una de las 7 cadenas. Cada manifestación de una ‘cadena de globos’
es una encarnación del Logos).
Hemos descrito las circunstancias de la ‘cuarta
encarnación’; pero echando una mirada retrospectiva a la tercera vemos que no
principió en el mundo mental, sino que los globos 3A y 3G eran de materia
causal (mental superior); 3-B y 3-F de materia mental; los 3-C
y 3-E de materia astral; y únicamente el globo 3-D de materia física. Aunque
la tercera encarnación de nuestro Logos (tercera cadena) hace larguísimo tiempo
que pasó, todavía es visible el cadáver del que fue su planeta o globo físico ‘3-D’,
o sea la Luna, el actual satélite de la Tierra, por lo que a aquella tercera
encarnación o tercera cadena, se le llama cadena lunar.
La quinta encarnación de nuestra cadena, que
todavía ha de tardar incalculable tiempo, será correlativa a la tercera, con
los globos 5-A y 5-G de materia causal; los 5-B y 5-F de materia mental; los 5-C
y 5-E de materia astral; y un solo globo físico 5-D que aún no existe. Las
otras encarnaciones de la cadena siguen el mismo orden de descenso y ascenso.
Los globos 2-A y 2-G y 6-A y 6-G están todos en el mundo intuicional (Plano
Búddhico); los 2-B y
2-F y 6-B y 6-F en el causal; los 2-C y 2-E y 6-C y 6-E en el mental; 2-D y 6-D
en el astral. Análogamente 1A y 1G, y 7A - 7G pertenecen al mundo espiritual (Atma); IB-IF y 7B-7F al intuicional; IC-IE y 7C-7E
al causal; ID y 7D al mental. Por lo tanto, vemos que no sólo desciende en la
materia y de ella reasciende la oleada de
vida al pasar de uno a otro globo, sino que lo mismo hacen las 7
cadenas en el transcurso de las siete
sucesivas encarnaciones del Logos. En el sistema solar a que pertenecemos, hay
actualmente en trámite diez planes de evolución (o “Esquemas
Evolutivos”); pero
de ellos tan sólo siete se hallan en etapa que requiera ‘planeta físico’. Los
Esquemas son:
1. El de un planeta no descubierto
todavía por los astrónomos, llamado Vulcano, muy cercano al Sol. El Logos
Planetario en este Esquema se halla en su tercera encarnación.
2. El de Venus, que está en la quinta
encarnación y por lo tanto también tiene un solo planeta físico.
3. El Esquema Terrestre, o de ‘Tierra-Marte-Mercurio’
que está en la cuarta encarnación y por lo mismo tiene tres planetas físicos.
4. El de Júpiter.
5. El de Saturno.
6. El de Urano en su tercera
encarnación.
7. El de Neptuno y dos desconocidos
planetas allende la órbita neptuniana, pues tiene tres planetas físicos por
hallarse en la cuarta encarnación.
Suele llamarse ‘período catenario’ (o “período-cadena”) a cada encarnación de un Logos (o cada manifestación de una nueva cadena,
dentro de las 7 que conforman el Esquema Evolutivo completo) y durante este período la oleada de vida pasa siete veces por los
siete globos (globos A, B, C, D,
E, F y G) de la cadena y
a cada una de dichas veces se le llama ronda.
(En cada ronda la
oleada o corriente de vida ‘enhebra’ a cada globo como si fuesen las cuentas de
un collar).
El tiempo en que la oleada de vida permanece en cada globo se llama ‘ciclo mundial’ (o ‘período global’) y durante cada ciclo mundial se
suceden siete razas raíces que según ya dijimos se subdividen en subrazas y
éstas en ramales.
Para
mayor claridad puntualizaremos sinópticamente esta clasificación:
7 ramales
= 1 subraza.
7
subrazas = 1 raza raíz.
7
razas-raíces = 1 ciclo mundial.
7 ciclos
mundiales = 1 ronda.
7 rondas
= 1 ciclo catenario.
7 ciclos
catenarios = plan de evolución.
10 planes
de evolución. = Nuestro sistema solar.
Es evidente que la cuarta raza raíz del
cuarto globo de la cuarta ronda del cuarto ciclo catenario será el punto medio
de un plan de evolución (o
Esquema Evolutivo).
Nosotros hemos transpuesto no hace mucho este punto medio. La raza aria a que
pertenecemos es la quinta raza raíz del cuarto globo, de modo que el punto
medio de nuestro plan de evolución correspondió a la época de la cuarta raza
raíz, que fue la atlante. Por lo tanto, la masa total del linaje humano está a
muy poco más de mitad de camino en su evolución y los pocos Egos que se
aproximan al adeptado, fin y corona de nuestra evolución, están muy adelantados
respecto de los demás hombres. ¿Cómo adelantaron tanto? En unos casos porque
trabajaron ardorosamente; pero generalmente porque son Egos ya viejos e
ingresaron en el reino humano en muy remota fecha y han tenido más tiempo de adquirir
experiencias en la humana evolución.
Una oleada
de vida procedente de la Deidad se detiene generalmente durante todo un
ciclo catenario en cada uno de los reinos de la naturaleza. La oleada de vida que en nuestra primera
cadena animó el primer reino elemental animó el segundo de estos reinos en la
segunda cadena, el tercero en la tercera y está ahora animando en la cuarta el
reino mineral. En la quinta cadena animará el reino vegetal, en la sexta el
animal y en la séptima el humano. De esto se infiere que la presente humanidad
constituía el reino mineral en la primera cadena, el vegetal en la segunda y
el animal en la tercera. Algunos que ahora son hombres se individualizaron en
la tercera cadena, que fue la lunar e ingresaron en el reino humano al comienzo
de la actual cadena terrestre. Otros que estaban más atrasados no se
individualizaron en la tercera cadena y permanecieron todavía algún tiempo en
el reino animal de la cuarta cadena antes de alcanzar la individualización.
Sin embargo, no todos los individuos de la
actual humanidad ingresaron conjuntamente en la cadena terrestre. Al terminar
la cadena lunar, los hombres de ella se hallaban en diversas etapas de
evolución. La meta señalada para dicha cadena no era el adeptado sino la que
para nosotros es ahora la cuarta etapa del sendero de evolución. Quienes
alcanzaron la meta o nivel señalado para la cadena lunar (llamados generalmente
en bibliografía teosófica ‘Señores de la Luna’) tuvieron abiertos ante sus
pasos siete caminos o modalidades de servicio. Uno de estos caminos era el de
pasar a la cadena terrestre para servir de auxilio y guía a las primeras razas
humanas y lo siguieron algunos de aquellos Señores. La mayoría de los hombres lunares no habían alcanzado aún
la señalada meta al término de la cadena lunar y por consiguiente reaparecieron
también como hombres en la cadena terrestre. Además, una gran cantidad de
animales lunares estaban cercanos a la individualización. Algunos ya la han
logrado, mientras que otros todavía no; y como éstos necesitan nuevas
encarnaciones en el reino animal de la cadena terrestre, prescindiremos de
ellos en nuestra consideración sobre este asunto.
Había muchas clases de hombres lunares y por
ello conviene explicar su distribución en la cadena terrestre. Por regla
general, quienes han alcanzado el más alto nivel posible en una cadena, un
globo o una raza raíz, no renacen en los comienzos de la siguiente cadena,
globo o raza. Las primeras etapas se destinan siempre para las entidades
atrasadas y hasta que éstas se aproximan al nivel de las más adelantadas no
reencarnan estas otras para seguir unidas con aquéllas, pues de lo contrario
fuera muy señalado el desnivel. Es decir, que casi la primera mitad de todo
ciclo de evolución, sea de raza, globo o cadena, está destinada al progreso de
las entidades atrasadas, hasta que alcancen el nivel de las adelantadas y
entonces, éstas reencarnan para proseguir junto con aquéllas hacia el término
de la evolución, habiendo estado entretanto descansando gozosamente en el
mundo mental. Así es que los primeros Egos que procedentes de la cadena lunar
entraron en la terrestre no fueron ciertamente los más adelantados, sino los
más atrasados de cuantos habían logrado la individualización. Eran hombres con
todavía mucho de animalidad. Como quiera que entraban en una cadena de globos
recién plasmados, habían de establecer las formas en todos los reinos de la
naturaleza. Es necesario efectuar esta labor al principio y nunca después de
la primera ronda de una nueva cadena, porque aunque la oleada de vida se concentra cada vez en un globo de los siete de la
cadena, no desaparece totalmente la vida de los otros seis globos. Por ejemplo,
en el momento actual la oleada de vida
de nuestra cadena está concentrada en la Tierra , pero también hay vida en Marte y
Mercurio, los otros dos globos físicos de la cadena. Todavía hay en ellos seres
humanos, animales y vegetales (de
materia física más etérea),
por lo que cuando la oleada de vida
pase a uno de ambos, no habrá necesidad de crear nuevas formas, pues ya están
allí los viejos tipos que se revivificarán con pasmosa fecundidad,
multiplicándose rápidamente los diversos reinos. Así pues la ínfima clase de
hombres lunares, los animálicos, establecieron las formas en la primera ronda
de la cadena terrestre. Inmediatamente después llegaron los superiores ‘animales
lunares’ dispuestos a ocupar las formas recién construidas.
En la segunda ronda de la cadena terrestre (que se recuerda que es la 4° cadena del
Esquema Terrestre), los
hombres animálicos de la cadena lunar (3° cadena del mismo Esquema Terrestre) que habían sido allí los más atrasados,
fueron los delanteros de la tercera humanidad, al paso que los zagueros eran
los que habían sido animales superiores y estaban cercanos a la
individualización en la cadena lunar.
En la tercera ronda de la cadena terrestre
ingresaron en el reino humano muchos más animales lunares, hasta que en el
promedio de la tercera ronda, al llegar la oleada de vida al globo D, o sea a
nuestra Tierra, reencarnaron los hombres lunares del orden inmediato superior,
el segundo orden y asumieron con la dignidad de reyes divinos la dirección de
la humanidad.
En la cuarta ronda, o sea la actual, vinieron
a la Tierra
los hombres lunares del primer orden, los que estaban muy cerca de la meta.
Algunos de ellos habían entrado ya en el Sendero durante su estancia en la Luna
y no tardaron en lograr el Adeptado y pasaron más allá de la Tierra. Otros, no
tan adelantados, lo alcanzaron posteriormente, esto es, hace unos cuantos
millares de años y son los adeptos de hoy día.
Los hombres que actualmente pertenecen a las
subrazas superiores de la humanidad estaban varias etapas tras ellos, aunque
tienen la posibilidad de seguir sus huellas con sólo quererlo. La evolución a
que nos referimos es la del Ego o alma humana; pero también se ha de considerar
la evolución del cuerpo. Las formas construidas en la primera ronda eran muy
diferentes de cuantas hoy conocemos. En rigor apenas pueden llamarse ‘formas’
las plasmadas en el mundo terreno, porque eran de materia etérea, semejantes a
vagas, flotantes y amorfas nubes. En la segunda ronda fueron ya concretamente
físicas, aunque todavía amorfas y lo bastante tenues para flotar a merced del
viento. Hasta la tercera ronda no empezaron a tener las formas algún parecido
con las astrales y los procedimientos de su reproducción en aquellas primeras
etapas eran muy distintos del hoy vigente en la especie humana y análogo al
que hoy se observa en los hongos, algas y otras formas inferiores de vida. A la
sazón era andrógino el hombre y la separación de sexos no sobrevino hasta el
promedio de la tercera ronda. De entonces hasta hoy ha ido evolucionando rápidamente
la forma humana en más definidas líneas, aumentando en compacticidad al par que
disminuía la estatura y logrando mantenerse en posición bípeda en vez de ir
agachado o a rastras, en distinción de las demás formas animales de que por
ley del transformismo había evolucionado la humana.
Merece mencionarse una extraña discontinuidad
en el proceso de la evolución de la forma. En la cuarta ronda hubo en la Tierra un desvío de la
recta marcha evolutiva. Como quiera que la Tierra es el globo intermedio y
también es intermedia la cuarta ronda, señalaban ambas el punto medio de la evolución y el último instante del período
durante el cual habían podido individualizarse los animales de la cadena
lunar. En consecuencia se dispuso lo conveniente para proporcionar coyuntura
de individualización al mayor número posible de dichos animales y al efecto se
reprodujeron las condiciones de las primera y segunda rondas en vez de las
condiciones de las primera y segunda razas, porque en tiempo oportuno no
estaban aquellas atrasadas entidades en disposición de aprovecharse de las
condiciones de las primera y segunda rondas con cumplida eficacia. Pero con lo
que habían adelantado durante la tercera ronda ya estaban algunos a punto de
aprovecharse de dichas condiciones y por lo tanto quisieron individualizarse
antes de que se cerrase la puerta del reino humano. Desde luego que no
alcanzarán muy alto nivel de evolución humana, pero al menos cuando ingresen en
el reino humano de la próxima cadena les será muy ventajoso el haber tenido
esta ligera experiencia de la humana vida.
La evolución terrestre recibió muy poderoso
estímulo del eficaz auxilio prestado por el planeta hermano Venus, que está
ahora en la quinta encarnación Logoica o 5° cadena y en la séptima ronda de tal
encarnación de modo que sus habitantes se hallan vez y media más adelantados
que los terrícolas en su evolución. Por lo tanto, fue excelente idea que, por
estar ellos mucho más evolucionados, se trasladaran a la Tierra algunos Adeptos
de la venusta evolución, con objeto de auxiliar a la humanidad terrestre en
aquellos momentos críticos del progreso de la cuarta raza raíz, cuando se iban
a cerrar las puertas del reino humano. A estos augustos Seres se les ha
denominado ‘Señores de la Llama’ e ‘Hijos de la Ignea Niebla’ (o ‘Kumaras’) y contribuyeron maravillosamente a la
evolución terrestre. La inteligencia de que tanto nos engreímos la debemos casi
del todo a su presencia, porque en el natural curso de los sucesos, la próxima
quinta ronda había de presidir el desenvolvimiento de la inteligencia,
mientras que en la cuarta ronda actual nos correspondía tan sólo cultivar las
emociones. Por consiguiente, hemos adelantado muchísimo en el programa que se
nos tenía señalado y este adelanto provino enteramente del auxilio concedido
por los grandes Señores de la
Llama. La Mayoría de ellos sólo estuvieron con nosotros
durante aquel crítico período de nuestra evolución; unos cuantos permanecen
todavía para desempeñar los altos cargos de la Fraternidad Blanca ,
hasta que haya hombres de nuestro ciclo de evolución capaces de relevar en sus
funciones a los augustos visitantes. La evolución que nos aguarda atañe
igualmente a la vida y a la forma, porque en las futuras rondas, al paso que
los Egos crezcan en poder; sabiduría y amor, serán de cada vez más bellas sus
formas físicas. En el mundo terrestre hay actualmente hombres de muy diversa
evolución y entre ellos muchos salvajes tan atrasados respecto de los pueblos
cultos que es de todo punto imposible que alcancen su nivel. Posteriormente,
llegaremos en el transcurso de nuestra evolución a un punto en que ya no
podrán convivir los zagueros con los delanteros y será necesaria ‘la
separación’. Este procedimiento es exactamente análogo al que emplea un
catedrático con sus alumnos. Durante el curso académico los ha preparado a
todos para el examen de prueba y a mediados de curso ya conjetura quiénes
saldrán airosos y si hubiere algunos que de ningún modo pudiesen arrostrar el
examen, haría bien en decirles a medio curso: "Es completamente inútil que
prosigáis con vuestros condiscípulos, porque no entenderíais las cada vez más
difíciles restantes lecciones del programa y os será imposible, en el tiempo
que falta, poneros en condiciones de vencer en el examen. Así es que serían
vanos vuestros esfuerzos y estorbaríais a los demás alumnos de la clase. Por lo
tanto, os valdrá mucho más desistir de esforzaros contra lo imposible y repetir
el curso anterior que no aprendisteis debidamente, para presentaros el año
que viene a este examen, pues entonces os será fácil lo que ahora
imposible". Esto mismo se les dirá a los Egos muy atrasados en una futura
etapa de nuestra evolución. Quedarán eliminados del aula en aquel curso
académico para repetir la asignatura en el siguiente. Tal es (la mal llamada)
"eterna condenación" a que ha poco nos referíamos. Se calcula que las
dos quintas partes de la humanidad quedarán eliminadas de la actual evolución y
las otras tres quintas partes proseguirán con mayor rapidez hacia su glorioso
destino.
Para estudiar más
en detalle esta temática se recomiendan los libros:
“El Sistema Solar”, de Arthur Powell, escritor y compilador de
textos teosóficos; y
“Concepto Rosacruz del Cosmos”, de Max Heindel, investigador y
escritor rosacruz.
Ambos autores utilizan terminologías algo diferentes
para explicar la evolución del Sistema Solar, de sus Planetas, y de la
multiplicidad de seres que vienen a la existencia en dichos planetas; pero el
investigador podrá ver las analogías, y que se trata del mismo conocimiento.
A.B.
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