CAPITULO V (del libro "Autodefensa Psíquica" de Diane Fortune)
VAMPIRISMO
Se supone
que el vampirismo ha muerto.— Curioso efecto de ciertas personas sobre sus
asociados.— Efecto de las mismas personas sobre las baterías eléctricas.—
Relaciones mórbidas.— Complejo de Edipo.— Parasitismo psíquico.— Los
Berberlangs.— Descripción de un caso de vampirismo.— Necrofilia en el Frente
Occidental.— Vampirismo en la Europa del Sudeste.— Contagio del vampirismo.—
"Mordeduras de mosquito'' anormales.— Dónde buscar huellas de vampiro.—
Los dientes característicos de los vampiros.
El supuesto vampiro ha sido siempre un
carácter popular en cuentos de misterio e imaginación. Hay una literatura
considerable concerniente a sus actuaciones, desde la famosa novela Drácula hasta
los estudios serios de los juicios de brujas medievales, para lo que se refiere
al lector a la bibliografía al final del libro. En estas páginas, sin embargo,
no deseo procurarme evidencia de segunda mano, ni incidentes que tuvieron lugar
en otros siglos y bajo condiciones primitivas, pues podría argüirse que con el
paso de tales condiciones fuera de nuestro medio, el problema del vampirismo,
como el problema del tifus, se ha ido también, y no necesita preocuparnos. Por
mi propia experiencia soy de la opinión, sin embargo, de que esto no es así, y
que la condición peculiar que los antiguos llamaban vampirismo puede dar cuenta
de ciertas formas de trastorno mental y de la mala salud física asociada con
ellas.
Cuando el psicoanálisis fue introducido
por vez primera en Inglaterra yo acometí el tema, y me convertí en estudiante,
y finalmente en instructora en una clínica que se fundó en Londres. Nosotros
los estudiantes fuimos pronto sorprendidos por el hecho de que algunos casos
eran extremadamente exhaustivos de tratar. No es que fueran problemáticos, sino
que simplemente "nos vaciaban", y nos dejaban sintiéndonos como
guiñapos fofos al final de un tratamiento. Algo sucedió para mencionar este
hecho a una de las enfermeras ocupada del departamento eléctrico, y ella nos
contó que los mismos pacientes igualmente "vaciaban" las máquinas
eléctricas y que podían absorber los más sorprendentes voltajes sin mover un cabello.
En el mismo sitio, en el curso de mi
trabajo psicoanalítico, me crucé con un número de casos en que existía un apego
mórbido entre dos personas, lo más común madre e hija, o dos mujeres amigas; a
veces también entre madre e hija y en un caso que encontré socialmente, entre
un hombre y una mujer. Era siempre el negativo de la pareja el que venía a por
tratamiento, y éramos capaces de beneficiarles considerablemente por medios
psicoterapéuticos. Ellos siempre me mostraban el mismo complejo de síntomas, un
temperamento sensitivo, una complexión pálida forma gastada y debilidad
general, sensación de debilidad, y se fatigaban fácilmente. Eran también
invariablemente altamente sugestionables, y eran por lo tanto fáciles de
manejar. Consiguientemente, éramos usualmente capaces de conseguir buenos
resultados bastante rápidamente en tales casos.
El punto curioso, sin embargo, era que
la ruptura de la relación mórbida causaba una señalada perturbación e incluso
un semicolapso dei asociado dominante en la alianza. Encontramos que era
necesario insistir en una separación si es que había de efectuarse una cura, y
la separación invariablemente era desagradada muy activamente por el asociado
dominante.
Por aquel tiempo yo lo explicaba todo en
términos de la psicología freudiana, pero incluso así, no podía evitar el estar
impresionada por el curioso efecto que tenía una separación sobre la persona
que no se suponía que estaba enferma, y que conforme una iba para arriba, la
otra ibapara abajo.
Soy de la opinión de que lo que Freud
llama complejo de Edipo no es del todo un asunto unilateral, y que el
"alma" del padre está extrayendo la vitalidad psíquica del niño. Es
curioso el aspecto que presentan los casos de Edipo de edad, y hasta qué punto
son pequeños hombres y mujeres viejos cuando niños. Nunca tienen una infancia
normal, sino que siempre son mentalmente maduros para sus años. Persuadí a
varios pacientes para que me mostraran fotografías de ellos mismos cuando eran
niños, y fui impresionada por la expresión envejecida, preocupada, de las caras
infantiles, como si hubieran sabido de todos los problemas y cargas de la vida.
Sabiendo ño que sabemos del!a telepatía
y el aura magnética, no me resulta sin razón el suponer que, en algún modo que
aún no comprendemos enteramente, el asociado negativo de tal relación está
"cortándose" sobre el asociado positivo. Hay un derramamiento de
vitalidad en marcha, y el asociado dominante está lamiéndola más o menos
conscientemente, si es que no realmente chupándola.
Tales casos no son en modo alguno
inusuales, y se aclaran rápidamente cuando la víctima es separada del vampiro.
Cuandoquiera que hay un registro de un lazo estrecho y dominante entre dos
personas con la desvitalización de una de ellas, es un buen plan el recomendar
una separación temporal y observar los resultados.
Tales casos como éstos, sin embargo,
pueden ser descritos más justamente como parasitismo que como vampirismo. Tal
parasitismo psíquico es extremadamente común, y explica muchos problemas
psicológicos. No perseguiremos el tema en estas páginas, sin embargo, pues está
fuera del alcance de nuestra investigación presente, y se menciona meramente
con fines ilustrativos. El vampirismo, tal como se entiende generalmente, es
una cuestión muy diferente, y haremos bien en reservar el término para aquellos
casos en los que el ataque es deliberado, aplicando el término parasitismo a
los casos en los que es inconsciente e involuntario.
En mi opinión, el verdadero vampirismo
no puede tener lugar a no ser que haya poder para proyectar el doble etérico. Todos los registros de
vampirismo que tenemos dan un relato de algo mucho más tangible, que una
querencia. En Europa Occidental la concurrencia parece ser relativamente rara
en tiempos modernos, pero en la Europa del Este y en países primitivos parece
no ser en modo alguno inusual, y en libros de viajes aparecen innumerables
casos bien autentificados.
El Comandante Gould, en su
extremadamente interesante libro, rarezas, da un relato de vampirismo
entre los Berberlangs de las Islas Filipinas. Su relato está basado en un
ensayo impreso en la Revista de la Sociedad Asiática, Vol. LXV, 1896.
Estas desagradables gentes, de acuerdo con Mr. Skertchley, el autor del
articulo que acota el Comandante Gould, "son caníbales, y deben comer
ocasionalmente carne humana o morirán... Cuando sienten la apetencia de una
comida de carne humana se van a la hierba y, habiendo escondido cuidadosamente
sus cuerpos, sostienen su aliento y caen en trance. Sus cuerpos astrales son
liberados entonces. Ellos vuelan lejos y, entrando en una casa, entran en el
cuerpo de uno de sus ocupantes y se alimentan de sus entrañas.
"Puede oírse a los Berberlangs
cuando vienen, pues hacen un ruido quejumbroso, que es elevado en la distancia
y muere en un débil gemido conforme se aproximan. Cuando están cerca de ti,
puede oírse el sonido de sus alas, y pueden verse las centelleantes luces de
sus ojos danzando como moscas de fuego en la oscuridad"
Mr. Skertchley declara que él mismo vio
y escuchó pasar un vuelo de Berberlangs, y al visitar al día siguiente la casa
en la que les vio entrar halló al ocupante muerto sin ningún signo externo de
violencia.
Comparad el relato de Mr. Skertchley de
los Berberlangs tumbados en la larga hierba arrojándose en trance con el relato
de Mr. Muldoon de "La Proyección de! Cuerpo Astral", con el que todo
estudiante de ocultismo debería estar familiarizado, pues es indudablemente un
clásico de la literatura oculta, siendo un relato práctico de experiencias
ocultas e instrucciones detalladas de cómo ir y hacer lo mismo.
Pero para volver más cerca de casa. En
el curso de mi experiencia de los desviaderos de la mente humana, que, por la
naturaleza de mi trabajo ha sido, como el conocimiento de Sam Weller de
Londres, extensa y peculiar, sólo he conocido de un caso de vampirismo genuino,
de acuerdo con el sentido en el que utilizo el término, y éste no fue uno de
mis propios casos, aunque conocía a las personas implicadas, sino que me fue
transmitido por mi instructor original, al que ya me he referido en conexión
con el caso de la buena señora que me perseguía con un cuchillo de trinchar. He
usado los hechos de este caso como terreno de trabajo para una de las historias
en Los Secretos del Dr. Taverner, pero los hechos reales son tales que
serían inadecuados para una obra que se supone destinada a entretener.
Por aquel tiempo estaba haciendo yo las
tutorías en psicología anormal en la clínica de la que he hablado, y
supervisando el trabajo de los otros estudiantes; una de ellas me pidió consejo
concerniente a un caso que le había venido en la práctica privada, el caso de
un joven cerca de los veinte, uno de esos tipos degenerados pero intelectual y
socialmente presentables que frecuentemente se cosechan en viejas familias cuya
sangre es demasiado azul para ser saludable.
Este muchacho fue llevado como huésped a
un piso que la estudiante compartía con otra mujer, y pronto empezaron a
ser preocupados con curiosos fenómenos. Aproximadamente a la misma hora cada
noche los perros de las vecindades empezaban un furioso alboroto de ladrar y
aullar, y unos pocos momentos después la ventana francesa que conducía al
mirador se abría. No importaba cuan a menudo llamaron al cerrajero, ni cómo la
empalizaban, se abría en el momento señalado, y una corriente fría barría el piso.
Este fenómeno tuvo lugar una noche en
que el adepto, Z., estaba presente, y él declaró que había entrado una entidad
invisible desagradable. Apagaron las luces, y fueron capaces de ver un
mortecino refulgir en el rincón que él había indicado, y cuando pusieron sus
manos sobre este refulgir, sintieron una sensación de hormigueo tal como la que
se experimenta cuando se ponen las manos en agua cargada eléctricamente.
Entonces comenzó una poderosa
persecución del fantasma arriba y abajo del piso, y la presencia fue finalmente
arrinconada y despachada en el cuarto de baño. He representado el incidente
algo más pintorescamente en mi cuento, pero los hechos esenciales son los
mismos. El resultado de despachar esta entidad fue una señalada mejora en la
condición del paciente, y la elucidación de la siguiente historia.
El muchacho, al que llamaremos D., tenía
el hábito de ir a sentarse junto a un primo que había sido devuelto inválido a
casa desde Francia sufriendo de un supuesto golpe de granada. Este joven era otro
vástago de una cepa gastada, y se divulgó que había sido cogido con las manos
en la masa en esa desagradable perversión conocida como necrofilia. De acuerdo
con la historia sonsacada a los padres de D., este vicio no era infrecuente en
ciertos sectores del Frente, como tampoco lo eran los ataques sobre hombres
heridos. Las autoridades estaban tomando drásticos pasos para acabar con ello.
Debido a la influencia familiar el primo de D. fue capaz de escapar al
encarcelamiento en una prisión militar, y fue puesto al cuidado de su familia
como un caso mental, y le pusieron al cargo de un enfermero. Era mientras el
enfermero tenía el tiempo libre que al desgraciado joven D. se le empleaba
desencaminadamente para sentarse junto a él. También resultó que las relaciones
entre D. y su primo eran de una naturaleza viciosa, y en una ocasión él mordió
al muchacho en la nuca, justo por debajo de la oreja, extrayendo realmente
sangre.
D. había estado siempre bajo la
impresión de que algún "fantasma" le atacaba durante sus crisis, pero
no se había atrevido a decirlo por temor a ser considerado loco.
Cuál podía haber sido el porcentaje
exacto de suciedad neurótica, vicio, y ataque psíquico, es difícil de decir, ni
es sencillo decidir cuál era la causa predisponente que abrió la puerta a todo
el problema, pero una cosa se hallaba clara para todos los observadores: que
con el despachado del visitante psíquico, no sólo se aclaró inmediatamente la
condición de D., sino que después de una breve y aguda crisis el primo también se
recobró. El método de despachado usado por el adepto Z., era prender a la
entidad dentro de un círculo mágico, de modo que no pudiera salir, y entonces
absorberla dentro de sí por la compasión. Conforme completaba la operación,
caía hacia atrás inconsciente. Era, de hecho, el mismo método sobre el que se
me había instruido para usar al tratar con mi hombre-lobo, pero es una tarea
mucho más formidable el absorber y transmutar la proyección de otra persona que
absorber la propia de uno, y sólo podría haber sido realizado por un iniciado
de un grado muy alto, lo que Z. era indudablemente.
Su opinión concerniente al caso, aunque
no había manera de obtener confirmación independiente de esto, era que algunas
tropas de la Europa del Este habían sido llevadas al Frente Occidental, y entre
éstas habían individuos con el conocimiento tradicional de la Magia Negra por
el que la Europa del Sudeste ha gozado siempre de una siniestra reputación
entre los ocultistas. Esta gente, al ser muerta, sabía cómo evitar ir a la Segunda
Muerte, es decir, la desintegración del Cuerpo Astral, y se mantenía a sí misma
en el doble etérico
vampirizando a los heridos. Ahora bien el vampirismo es contagioso; la persona
que es vampirizada, siendo vaciada de vitalidad, es un vacío psíquico, absorbiendo
ella misma de cualquiera con quien se cruce a fin de rellenar sus recursos
vacíos de vitalidad. Ella pronto aprende por experiencia los trucos de un
vampiro sin realizar su significado, y antes de que sepa dónde está, es todo un
vampiro por sí misma, vampirizando a otros. El alma ligada a la tierra de un
vampiro se adhiere a veces permanentemente a un individuo si tiene éxito en
hacer de él un vampiro que funciona, extrayendo sistemáticamente su nutrición etérica
de él, pues, ya que él está a su vez re-supliéndose a sí mismo a partir de
otros, no morirá de exhaustión como lo hacen ordinariamente las víctimas de los
vampiros.
Z. era de la opinión de que el primo de
D. no era el vampiro primario en el caso, sino que él mismo era una
víctima. Siendo un joven de moral inestable, pronto adquirió los trucos del
vampiro, y el alma apegada a la tierra de algún mago Magiar le explotaba. A
través de su acto de morder y extraer sangre del cuello de su primo, esta
entidad se transfirió al joven D., prefiriendo nuevos pastos para los recursos
vacíos de su víctima anterior. Probablemente alternaba entre los dos, pues no
estaba constantemente con D.
Que hizo exactamente Z., no lo sabemos,
pues él era extremadamente reservado concerniente a sus métodos, pero a la luz
del conocimiento posterior imagino que absorbió la energía etérica del alma
ligada a la tierra, y la privó por tanto de sus medios de resistirse a la
Segunda Muerte. El conducir meramente al alma que se resiste hasta el Salón del
Juicio de Osiris habría implicado dejar detrás un cuerpo astral, el cual por
algún tiempo habría continuado dando
problemas.
Puede ser interesante notar en conexión
con este caso que durante el tiempo en que Miss L. estuvo en el colegio oculto
en Hampshire tuvimos algunos sucesos bien curiosos. Hubo un estallido entre
nosotros de unas "picaduras de mosquito" extremadamente malas. Las
mordeduras en si no eran venenosas, pero las punzadas eran de tal naturaleza
que sangraban libremente. Recuerdo levantarme una mañana para encontrar una
mancha de sangre del tamaño de la palma de mi mano sobre la almohada; había
salido aparentemente de una pequeña puntada justo por debajo del ángulo de la
quijada. Varios otros tuvieron experiencias similares. Nunca he visto nada
igual, ni antes ni después de eso, ni ocurrió de nuevo después de que Miss L.
se marchó.
No se lo conté al adepto Z. en aquel
momento, y posteriormente, cuando me acordé del incidente y lo mencioné, la
oportunidad de investigar se había escapado. El expresó la opinión de que era
el trabajo de un vampiro, y citó casos similares con los que se había
encontrado en el curso de su experiencia. Dijo que había visto casos en África
en los que la víctima se había quedado tan sin sangre que sólo con dificultad
podía obtenerse un espécimen de sangre para hacer un examen, pues apenas podía
inducírsela a fluir del debilitado tejido.
Nada podía hacerse por tales casos por
la ciencia médica. Van muriéndose por pulgadas, y sin embargo no puede ser
demostrada ninguna enfermedad orgánica. No obstante, su apariencia es la de una
persona que sucumbe por hemorragias repetidas.
Cuando se sospecha del vampirismo, la
cosa a hacer es ir sobre el cuerpo de esa persona pulgada a pulgada con una
lupa poderosa, y la búsqueda será probablemente recompensada por el
descubrimiento de numerosas punzadas diminutas, tan diminutas que no son
descubiertas por un examen con el ojo desnudo a no ser que se revelen
infectándose y supurando, cuando son usualmente confundidas con mordeduras de
mosquitos. Son mordeduras con todas las de la ley, pero no las de un insecto.
Los lugares en donde buscarlas son alrededor del cuello, especialmente bajo las
orejas; en la superficie interna de los antebrazos; en los lóbulos de las
orejas; en los dedos de los pies y, en una mujer, sobre los pechos.
Se dice que una persona con tendencias
de vampiro desarrolla unos dientes caninos anormalmente largos y agudos, y yo
misma he visto un caso así, y era una vista curiosa. Los dos dientes caninos,
la pareja que viene entre los incisivos y los premolares, eran por los menos
más largos que la mitad de los otros, y terminaban en puntas de la agudeza de
una aguja.
El verdadero vampirismo en la Europa
Occidental parece ser raro, pero Z. era de la opinión de que muchos casos
obscuros de debilidad tropical en los que la anemia jugaba una parte
prominente, podrían ser atribuidos a esta causa.
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